Volcanes: Erupción del volcán Tambora: 1816, el año sin verano | Rincón del Vago

Erupción del volcán Tambora: 1816, el año sin verano

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¿Qué pasó en 1815?



    El estratovolcano Tambora forma la península de Sanggar en el norte de la isla de Sunbawa, en Indonesia. Hace más de 43.000 años formó una caldera que los flujos de lava llenaron durante el Pleistoceno. Durante los primeros tiempos del Holoceno (la etapa geológica actual que comprende los últimos 10.000 años) su actividad cambió y predominaban las erupciones explosivas. En 1815, este volcán fue protagonista de la erupción más grande observada por el hombre, alcanzando un Índice de Explosividad Volcánica de 7. Los flujos piroclásticos bañaron toda la península y llegaron al mar, y la caída de tefra devastó las tierras de cultivo, causando más de 60.000 víctimas.

    El Monte Tambora, uno de los volcanes más importantes del mundo, llevaba dando muestras de actividad desde 1812, cuando empezó a retumbar y a generar un nube negra. En aquellos tiempos, desgraciadamente, la predicción de erupciones no estaba tan avanzada ni tampoco sabían como ahora qué hacer en caso de erupción volcánica.  El 5 de abril de 1815, se produjo una erupción moderada seguida de sonidos atronadores que pudieron escuharse a más de 1.000 kilómetros de allí. El 6 de abril, empezó a caer ceniza volcánica sobre el este de Java acompañada de débiles sonidos de detonaciones que se mantuvieron hasta cuatro días después. A las 7 de la tarde del 10 de abril, las erupciones se intensificaron. Tres columnas de fuego ascendieron y la montaña se transformó en una masa de fuego. A las 8, empezaron a llover piedras de piedra pómez de hasta 20 centímetros de diámetro. Entre las 9 y las 10, empezó a caer la ceniza volcánica sobre la isla. Los flujos piroclásticos enterraron la ciudad de Tambora. En el año 2004, una excavación arqueológica liderada por la Universidad de Carolina del Norte y el Observatorio Vulcanológico de Indonesia descubrieron lo que se ha llamado la "Pompeya del Este": una ciudad conservada tal y como era en 1815, enterrada por las cenizas.

    Fue la erupción volcánica más grande que se ha registrado; se escuchó a más de 2500 kilómetros de distancia y la ceniza cayó a más de 600 kilòmetros de allí. También fue la causa de un tsunami de tamaño moderado que azotó las costas de varias islas en Indonesia, con una altura de hasta 4 metros en Saggar.

    La columna eruptiva llegó hasta la estratosfera. Las partículas más pesadas de ceniza cayeron de nuevo al suelo después de una o dos semanas, pero las más finas permanecieron en la atmósfera desde unos meses hasta años después. El viento esparció estas partículas alrededor del mundo creando fenómenos ópticos. El color del cielo durante las puestas de sol aparecía naranja o rojo cerca del horizonte y violeta o rosa por encima.

    El número estimado de muertos varía dependiendo de la fuente a la que se acuda. Las últimas estimaciones hablan de 11.000 muertes causadas directamente por los efectos de la erupción (como los flujos piroclásticos) y 49.000 por la hambruna posterior y epidemias




¿Y todo eso tiene algo que ver con lo del año sin verano?




    Este año coincidió con un período de baja actividad magnética del Sol que se conoce como Mínimo Dalton, que también influyó. Pero fueron las cenizas expulsadas a la atmósfera y transportadas por todo el mundo las que impidieron que la luz del Sol llegara a la Tierra, con el consecuente enfriamiento del clima en el Hemisferio Norte.

    Estos hechos, combinados, se convirtieron así en los responsables de el tiempo atroz de aquel año: sequías, hambre, lluvias, nevadas... El frío reinó en invierno, pero también en primavera y en verano, y la pérdida de las cosechas (sobre todo en aquellos tiempos) significaba la muerte.

    Aquel año pudieron observarse grandes manchas solares a simple vista, y a ellas se culpó. Nadie imaginó que las cenizas expulsadas por el vocán Tambora hubieran llegado tan lejos y estuvieran dando al cielo aquellos crepúsculos asombrosos. Nadie, hasta William J. Humphreys, un climatólogo americano, en 1920. Él estableció la relación entre ambos fenómenos y explicó que el velo de polvo que formaban las partículas suspendidas había reflejado la luz del sol.

    En Francia, debido al frío, se perdió toda la cosecha de vino. Irlanda sufrió lluvias prácticamente durante todo aquel verano, y a este humedad se acusó de provocar la epidemia de tifus que vivió el país de 1816 a 1819.

    La mezcla de nieve con la ceniza volcánica provocó la caída de nieve amarilla y marrón en Hungría e Italia. En Gran Bretaña se abolió el impuesto a las ganancias por la escasez de alimentos. En Suiza sufrieron tanta hambre que llegaron a comer musgo.

    La falta de alimentos subió el precio del grano. En Alemania, esto inspiró a Kart Drais para inventar el draisine, un predecesor de la bicicleta, tratando de ahorrar el dinero que costaba alimentar a los caballos.

    En Estados Unidos sufrieron  cambios extremos de temperatura, pasando de 32ºC a -27ºC en el mismo día en la ciudad de Salem, Massachusetts. En China, el frío y las inundaciones destrozaron las cosechas y mataron a los búfalos de agua. En La India, las fuertes lluvias empeoraron la epidemia del cólera que sufrían y la extendieron desde Bengal hasta casi Moscú. El hambre había debilitado a la población, que era más vulnerable a las enfermedades. Así, el cólera se extendió por toda Europa.

 

El frío agudiza el ingenio



    No todo lo que nos dejó aquel año fue malo. Ya hemos visto que Kart Drais inventó el draisine, y no fue el único al que el frío ayudó a crear.

  A orillas del Lago Ginebra, en Suiza, se encontraba Villa Diodati. En aquel verano de 1816, allí se encontraban el poeta Lord Byron, su médico personal John Polidori; Percy Bysshe Shelley, también poeta, y su esposa, Mary. Se cuenta que, aburridos, sin poder salir de casa a causa de las lluvias, inventaron un juego: ¿Quién era capaz de escribir la narración más terrorífica? Y de allí, del mal tiempo en Suiza y la erupción de un volcán en Indonesia el año anterior, salió Frankestein de la pluma de Mary Shelley. Y un vampiro de la de John Polidori. Este relato, "El Vampiro", inspiró novelas posteriores de no-muertos, como el Drácula de Bram Stoker. El clima inspiró a Lord Byron para escribir un poema al que llamó Darkness (Oscuridad), y que comienza así (tal y como aparece aquí): 


"Tuve un sueño, que no fue un sueño.
El sol se había extinguido y las estrellas
vagaban a oscuras en el espacio eterno.
Sin luz y sin rumbo, la helada tierra
oscilaba ciega y negra en el cielo sin luna.
Llegó el alba y se fue.
Y llegó de nuevo, sin traer el día.
Y el hombre olvidó sus pasiones
en el abismo de su desolación.(…)"



    Aquellos increíbles cielos rojos fueron reflejados por el paisaijista inglés William Turner, captando aquellos extraños colores en sus obras a partir de entonces

    Incluso casi dos siglos después, aún podemos encontrar manifestaciones inspiradas por el año que no hubo verano. Rasputina, un grupo de música estadounidense, tiene una canción llamada "1816:The Year Without A Summer", y dice así:


"June 1816, a sudden snowstorm blankets all the countryside,
So Mary Shelley had to stay inside and she wrote Frankenstein,
Oh, 1816 was the year without a summer."


    Una traducción aproximada sería:

 "Junio de 1816, una repentina tormenta de nieve cubrió la campiña.
Así que Mary Shelley tuvo que quedarse en casa y escribió Frankestein.
Oh, 1816 fue el año sin verano."





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